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September 21st 2024

4. El primer fragmento

Aelarian, Lysandra y Kael avanzaban con cautela hacia las coordenadas de la mina en "307 27 -27", donde los registros antiguos indicaban que se hallaba el primer fragmento del Cristal de los Sueños. El aire dentro de la mina era pesado, y la oscuridad parecía viva, como si observara cada uno de sus pasos. Aelarian lideraba el grupo, su vara brillando tenuemente para iluminar el camino, mientras el eco de sus pasos resonaba en los túneles.

—Este sitio parece haber sido olvidado por siglos —murmuró Lysandra, su voz apagada por la atmósfera sofocante de la mina—. Pero se siente como si alguien, o algo, aún lo protegiera.

—Es probable —respondió Aelarian—. Las minas antiguas siempre guardan secretos, pero no todos deberían ser desenterrados.

Kael, revisando el mapa, señaló un pasadizo más estrecho—. Según los documentos, el altar está al final de este camino.

La entrada al pasadizo parecía más antigua que el resto, con runas grabadas en la roca que emitían un leve resplandor azul. A medida que avanzaban, el grupo comenzó a notar pequeñas trampas ocultas en el suelo: hilos delgados que activaban lanzas y placas de presión que liberaban flechas de piedra. Aelarian levantó la mano, haciendo una señal para detenerse.

—Tengan cuidado, este camino fue diseñado para mantener alejados a los intrusos.

Lysandra asintió, y juntos esquivaron las trampas con agilidad, demostrando que sus años de experiencia no habían sido en vano. Al final del pasadizo, una vasta cámara subterránea se reveló ante ellos. En su centro, un altar de piedra, cubierto por extraños símbolos desgastados por el tiempo, se erguía imponente.

—Este es el lugar —susurró Kael—. Podemos sentirlo.

Sin previo aviso, un espíritu guardián apareció, su figura traslúcida flotando entre ellos y el altar. Su voz resonó, grave y resonante.

—Para obtener el fragmento, deben resolver mi acertijo: ¿Qué puede viajar sin moverse, hablar sin sonido y existir sin ser visto?

Aelarian frunció el ceño, meditando la respuesta, mientras el resto se mantenía en silencio. El eco de la pregunta rebotaba en las paredes de la caverna, cada vez más inquietante. Lysandra miró nerviosa a su alrededor, y Kael, con una mirada decidida, fue el primero en romper el silencio.

—Es el pensamiento —afirmó, su tono seguro—. Las ideas son invisibles, viajan lejos y no hacen ruido.

El espíritu asintió lentamente y desapareció en un destello de luz, dejando el fragmento brillante sobre el altar.

—No pensé que fuera tan sencillo —dijo Lysandra, soltando un suspiro de alivio.

Aelarian extendió su mano hacia el fragmento, pero justo cuando lo tocó, un ruido sordo resonó desde las sombras de la caverna. Un grupo de saqueadores emergió, sus armaduras tintineando con cada movimiento. Liderándolos, un misterioso encapuchado de túnica oscura avanzó, su rostro parcialmente oculto bajo la capucha, pero sus ojos brillaban con un destello malicioso.

—Entreguen el fragmento —ordenó el encapuchado, su voz cargada de una magia oscura que hacía vibrar el aire—. O perecerán aquí mismo.

Kael, sin dudarlo, desenvainó su espada con un rápido movimiento—. ¡Tendrás que pasar sobre nuestros cadáveres primero!

El encapuchado sonrió, un gesto frío y calculado—. Como desees.

El ambiente se volvió denso, cargado de tensión. Las fuerzas se alinearon, el bando de Aelarian preparado para luchar por su vida y proteger el fragmento. Aelarian levantó su vara, su mirada fija en el encapuchado. Sabía que este no era un enemigo común. Las criaturas sombrías que salían del portal cercano eran prueba suficiente de que este combate no se resolvería fácilmente.

—¿Crees que realmente podemos usar el Cristal para salvar Zepharia? —preguntó Lysandra en voz baja, su preocupación evidente.

—Primero debemos sobrevivir a esto —respondió Aelarian—. Luego decidiremos.

El encapuchado alzó una mano y una nube oscura comenzó a formarse a su alrededor, proyectando sombras que se arremolinaban como serpientes. De la oscuridad emergieron criaturas monstruosas, deformadas por la magia oscura. Sin dudar, Aelarian lanzó un hechizo, una explosión de luz que iluminó la caverna y empujó las sombras hacia atrás. Las criaturas se retorcieron bajo la luz, pero no retrocedieron. Kael cargó hacia ellas con su espada en alto, mientras Lysandra invocaba un escudo mágico que rodeaba al grupo. El suelo temblaba bajo sus pies, y las paredes de la mina crujían bajo la presión de las energías desatadas.

—¡Rápido, debemos salir de aquí! —gritó Lysandra, su voz apenas audible sobre el estruendo.

Aelarian asintió, sujetando el fragmento con fuerza. No podían permitirse perderlo, pero el camino de salida estaba bloqueado por las sombras y el poder del encapuchado. Este, con una sonrisa oscura en el rostro, levantó su vara, listo para lanzar un ataque devastador. Pero Aelarian no pensaba rendirse tan fácilmente. Había aprendido mucho sobre las fuerzas oscuras en su tiempo en Zepharia, y ahora, más que nunca, debía proteger a su hogar, incluso si eso significaba enfrentar lo desconocido.

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